El pensamiento que es parte esencial de nuestro ser, de nuestro recurso a veces se convierte en parte de nuestro problema. Porque a veces quedamos atrapados en la duda, en la preocupación, en los temores, en la inseguridad que en realidad son creaciones mentales. A veces ante ciertas oportunidades que nos presenta la vida si no tenemos la total seguridad o certeza de cómo serán las cosas, tendemos directamente a decir que no.
Queremos tener los entornos totalmente asegurados y cuando la vida nos llama a responder a nuevas responsabilidades, al no poder predecir lo que puede suceder, por ejemplo para conocer una nueva persona o encarar un nuevo trabajo o realizar una actividad distinta, cerramos la puerta diciendo que no.
El cerebro es mucho más creativo, cuando lo llevamos al límite. Cuando queremos controlarlo todo el cerebro opera de una manera totalmente limitada.
Cuando llegamos a zonas inexploradas, donde no tenemos experiencias llevamos al cerebro a buscar nuevas soluciones.
Aquí se abre una pregunta fundamental: ¿consideramos que vivimos en un universo amigo o en un universo hostil?
Si vemos el universo como amigable es más probable, que digamos que si, a las búsquedas, a los cambios, a encontrar una mayor plenitud y satisfacción en nuestras vidas.
Muchas personas que han llegado a su última etapa de existencia han confesado que les hubiera gustado atreverse más, a decir que si a los desafíos de la vida.
Tenemos que tener el convencimiento, la convicción de que la vida está a nuestro favor, a pesar que tengamos momentos difíciles, que en definitiva, son aprendizajes que también nos permite crecer y madurar como personas.
